Mi paella es la paella del domingo. Esta paella valenciana de pollo y conejo lleva los ingredientes tradicionales: las carnes, las judías verdes (bachoqueta), las anchas (garrofó) y las blancas (tabella), el aceite de oliva, el tomate, el azafrán y el pimentón, la sal, el agua, los caracoles, el arroz y la ramita de romero.
No hay apenas variación, siempre contiene lo mismo y siempre cae en la sartén – también llamada paella – de igual forma. Primero el aceite, después la carne y la verdura, más tarde entran en juego el tomate, el agua y los ingredientes para sazonar, los caracoles y, por último, llega el arroz en forma de caballón, cruz o puñaditos (cada uno tiene su técnica). Todo transcurre como dicta la norma de la casa, es decir, como quiera la cocinera o el cocinero, y todo se hace sin dilación, sin dudas ni miedos, con tiempos exactos entre ingrediente e ingrediente, con mano experta que resuelve en caso de faltar agua, de sobrar arroz o de parar soso.
Asimismo, tal evento acontece siempre en domingo o día festivo, en casa de la abuela o de los padres – si ya estás independizado – y siempre con alguna excusa de regocijo: el cumpleaños de alguien, la futura boda, el futuro niño o, simplemente, el futuro con crisis o sin ella. ¿Más porqués? Pues, se podría cocinar una paella porque ha llegado el buen tiempo, porque es invierno, porque el niño ha regresado del extranjero, porque al cocinero le apetece o, simplemente, porque sí, porque necesitas una sobremesa familiar después de darle un buen repaso a la paella.
Todos sabemos que comer una paella con prisas es pecado. Pero comer la paella y largarte también lo es. Los cotilleos ya empiezan cuchara en mano y van adornando la comida, combinados con elogios al cocinero y quejas por el hurto de alguna pieza especial en nuestro triángulo correspondiente. Ahora bien, alcanzan la cúspide una vez recogida la paella; es entonces cuando cotilleos, opiniones, preguntas más o menos personales, risas, chistes, tristezas y estupideces se alargan junto al café y las copas.
Bien, muchas son las tradiciones gastronómicas de España, pero pocas resultan tan apreciadas – especialmente en la costa levantina – como la paella de los domingos. Un ritual que va más allá de la suma de ingredientes y la ingesta de comida. Sin duda un ritual que todo hispanófilo debería experimentar al menos una vez en la vida… aunque sea en diferido.
0 comentarios